domingo, 8 de abril de 2012

BIBLIOGRAFIA

     Louise Cowell dio a luz a Theodore Robert Cowell en un hogar para madres solteras de Vermont (EE UU) el 24 de noviembre de 1946. A Teddy, que así lo llamaban, al principio lo criaron sus abuelos. Él creía que estos eran sus padres y que su madre era su hermana mayor, circunstancia bastante común para los hijos ilegítimos en aquella época. Cuando su madre se casó con Johnnie Bundy en 1951, su hijo tomó el apellido de su padrastro y, a partir de entonces, pasó a ser Ted Bundy.



     Los intentos de su padrastro por integrar al joven Ted en la familia se vieron frustrados. Y con la llegada de cuatro hermanos adicionales, el chico se fue aislando cada vez más. A pesar de esta actitud distante, era buen estudiante, y su atractivo natural aumentó su popularidad y su autoestima. En 1967, mientras estudiaba en la Universidad de Washington, conoció a la chica que más lo marcó en su vida, su compañera Stephanie Brooks. Ted se enamoró perdidamente de la muchacha, que pertenecía a una familia adinerada. Por desgracia, ella no sentía la misma pasión por él y, cuando se graduó en 1968, puso fin a la relación de forma inesperada.



     Bundy quedó totalmente desolado y marcado de por vida; de hecho, existe la teoría de que escogió a la gran mayoría de sus futuras víctimas por su similitud física con Stephanie, quien se convirtió en una obsesión que lo acompañaría durante toda su existencia. Abandonó los estudios durante algún tiempo. Entonces, descubrió cuáles eran sus verdaderos orígenes, lo que supuso un importante golpe psicológico. En lo que pareció un intento por demostrar a Stephanie y a su familia que se equivocaban con respecto a él, retomó sus estudios con energías renovadas, hasta tal punto que se convirtió en un estudiante excepcional en su especialidad, la psicología. Además, cultivó su interés por la política y destacó como un carismático militante del Partido Republicano.



     En aquella época, comenzó una relación que duraría cinco años con Meg Anders, una mujer divorciada y madre de una niña, pero su obsesión por Stephanie Brooks no desapareció. Cuando volvió a encontrarse con ella en 1973, la mujer quedó sorprendida con el cambio de rumbo en la vida de Bundy y decidieron retomar su romance… sin que Brooks ni Anders supieran sobre la existencia de la otra.
Justo cuando Stephanie empezaba a pensar que la relación podía terminar en matrimonio, Bundy cortó todo contacto con ella repentinamente, más o menos como ella había hecho seis años antes. Sin embargo, esta venganza no reconfortó del todo a Bundy, y volcó su ira en una serie de ataques salvajes a mujeres que compartían con Stephanie ciertos rasgos físicos.

LOS CRIMENES

Durante la primavera y verano de 1974 desaparecieron universitarias atractivas, de pelo largo, lacio y oscuro. Siempre se descubría la desaparición a la mañana siguiente, cuando las chicas no aparecían por ningún lado. Se calculan que fueron 8 víctimas las que atacó de noche, hasta que un día decidió hacerlo de día. La policía, que había iniciado una investigación, tenía el testimonio de gente que apuntaban a un hombre identificado como Ted, el cual solicitaba ayuda de las chicas - que posteriormente desaparecían - cuando las veía pasar. Siempre iba cargado con libros y un brazo enyesado o con un cabestrillo. También tenía "problemas" para arrancar su Volkswagen y fue visto merodeando por el sitio donde desaparecieron dos chicas. En otras palabras, la policía tenía varias pistas sobre él.

 

El 9 de febrero de 1974, la veinteañera Carol Valenzuela desapareció de Vancouver (Canadá) y su cuerpo no fue descubierto hasta el mes de octubre junto a otro sin identificar. El 11 de febrero de 1974, dos días más tarde de la desaparición de Carol, Nancy Wilcox, de 16 años, desapareció y su cuerpo nunca ha sido encontrado.


El 12 de marzo de 1974 fue Donna Mason, de 19 años, la que desapareció. Fue vista por última vez sobre las 19h, mientras iba a un concierto de jazz del campus. Un mes después, el 17 de abril, Susan Rancourt, de 18 años, caminaba por los jardines del Central Washington State College cuando desapareció. Había quedado con un amigo para ver una película alemana y nunca llegó. La última vez que se la vio fue a las 21h, cuando salía de una reunión con uno de sus asesores escolares.


Cuando Roberta Parks, de 20 años, quedó con unas amigas en la habitación de éstas para tomar café, éstas nunca imaginaron que no volverían a verla con vida. Parks se encontró con un hombre aparentemente lesionado que le pedía ayuda para subir cosas a su coche. La ingenua chica le ayudó.


El 1 de junio de 1974, Brenda Ball, de 22 años, salió de la Taverna Flame en Burien (Washington) después de comentar a sus amigos que iba a buscar a alguien que la llevara a Sun City (California). La última vez que la vieron estaba hablando con un hombre con el brazo en cabestrillo. Sus amigos tardaron 19 días en darse cuenta de que nunca había llegado a su destino.

 

El 11 de junio de 1974 la víctima fue Georgann Hawkins, de 18 años y perteneciente a la fraternidad Kappa Alpha Theta de Seattle. Después de despedirse de su novio e ir a buscar unos libros para un examen de Castellano, su compañera de habitación de extrañó de que tardara tanto en llegar y llamó al novio de Georgann, quién le dijo que se habían despedido a la 1 de la madrugada. Preocupada, despertó a la encargada del dormitorio y juntas esperaron a Georgann hasta la mañana siguiente. Entonces llamaron a la policía e investigaron inmediatamente.


El 14 de julio, la universitaria Janice Ott dejó una nota a su compañera de habitación en la que explicaba que se iba en bicicleta al parque Lake Sammamish. Allí la vieron conversar con un hombre con el brazo enyesado, el cual le pedía que le ayudara a cargar su bote en el coche. Ella aceptó y él la secuestró allí, delante de todos, sin levantar sospecha alguna. Le resultó tan fácil que decidió volver a por otra chica. Quién le ayudó esta vez, después de que dos chicas recharazan ayudarle, fue Denise Naslund, la cual pasaba el día con su novio y amigos. Los restos de Janice y Denise fueron encontrados en agosto de 1974 allí, en el lago Sammamish. Notable es el hecho que, a pesar de las escasez de pitas que se encontraron en el parque - mechones de pelo de varios coloros, una quijada, dos cráneos y cinco huesos de pierna - las víctimas fueran identificadas.


Bundy contaba con una ventaja sobre la policía que le seguía los talones: podía cambiar de aspecto cambiándose el peinado y dejarse crecer o afeitarse la barba. Así cambió de residencia y se mudó a Midvale (Utah), donde el 30 de agosto de 1974 se matriculó como estudiante en la University of Utah College of Law.
Allí asesinó a Melissa Smith, la hija del sheriff local, el 18 de octubre de 1974. La secuestró cuando ella iba a pasar la noche en casa de una amiga, la violó, la sodomizó y le rompió el cráneo con algo parecido a una barreta. Su cadáver fue encontrado 9 días después en Summit Park.

El 30 de octubre escogió a su próxima víctima: Laura Aimee, de 17 años, la cual volvía de una fiesta de Halloween. Su cadáver desnudo fue encontrado en los montes Wasatch y mostraba signos de haber sido golpeada en la cabeza con una cuña de metal, violada y sodomizada antes de ser asesinada, según la policía, en otro lugar, puesto que allí no había sangre.

La policía inició rápidamente una investigación y comprobaron una similitud en el modus operandi. Contactaron con la policía de Washington e hicieron un croquis del probable aspecto del cruel asesino.
Los crímenes que llevaron a su identificación y primera captura.

El 8 de noviembre de 1974 la policía consiguió, por fin, un testigo capaz de ponerles sobre la pista del asesino. Era Carol DaRonch, de 18 años, la cual declaró que, esa misma tarde, un hombre atractivo se le había acercado en la libreria Waldens Books (Utah). El extraño, que se identificó como el oficial Roseland, le dijo que había visto a alguien tratando de robar su coche y le pidió que le acompañara al aparcamiento para ver si le habían robado algo. Carol, que pensó que el hombre sería el guardia de seguridad del aparcamiento, le acompañó y comprobaron de que no había ocurrido nada. Entonces, el extraño le insistió en acompañarla a la comisaria para interponer una denuncia al supuesto criminal. Y así fue, pero mientras caminaban hacia el Volkswagen azul pálido, Carol empezó a oler a alcohol en el aliento del extraño y se dio cuenta de que algo iba mal. Le pidió su identifiación y éste, riéndose, le enseñó algo parecido a un credencial que la convenció y subió.
Yendo a gran velocidad, el supuesto oficial Roseland pidió a Carol que se pusiera el cinturón, pero ella no estaba muy segura y decidió no hacerle caso para poder saltar del vehículo cuando hubiera problemas. Y llegó el momento: Carol se dio cuenta de que no iban a comisaría. El conductor intentó esposarla, pero lo que consiguió fue que las esposas acabaran en la misma muñeca. Carol gritó y él sacó una pistola amenazándola de que, si no callaba, la mataría. Entonces, ella le golpeó en la cara y salía corriendo, pero él la siguió con una barra metálica en la mano. Carol le dio una patada en sus genitales y logró huir gritando. Una pareja de ancianos la encontraron y la acompañaron a comisaría.

En la comisaría Carol contó lo que un agente le había intentado hacer, pero resultó que no había ningún oficial de apellido Roseland, así que enviaron inmediatamente una patrulla al lugar de los hechos. Así se consiguió la descripción del hombre, del vehículo y el tipo de sangre del atacante: O positivo, el tipo de Bundy.

Pero éste necesitaba compensar su frustración por el asesinato fallido. Esa misma noche del (8 de noviembre), Debby Kent, de 17 años, desapareció del aparcamiento del instituto Viewmont, donde había acudido junto a sus padres para a ver una obra de teatro. Debby se había ofrecido a recoger a su hermano en una bolera cercana, tras lo cual debía regresar para recoger a sus padres. Éstos, preocupados por la tardanza de Debby, llamaron a la policía quien tras una rápida búsqueda por el estacionamiento, no encontraron más pistas que la llave de un par de esposas. Esa llave resultó pertenercer a las esposas con las que, horas antes, se había presentado Carol DaRonch en la comisaría de policía.


La directora de la representación, Jean Graham, declaró que, durante la obra, un hombre de aspecto parecido al del sospechoso le había solicitado varias veces que la acompañara al aparcamiento, supuestamente para identificar un vehículo, pero ella se había negado puesto que estaba muy ocupada con la obra.

Casi un mes después de los hechos, un hombre llamó a la policía para reportar que, la noche de la desaparición de Debby, había visto salir precipitadamente un Volkswagen de color claro del estacionamiento de la escuela. El 12 de enero de 1975, Caryn Campbell, de 23 años, acompañó a su prometido, el Dr. Raymond Gadowski, a un seminario en Aspen (Colorado). Mientras descansaban en un salón del hotel, ella advirtió que se había olvidado una revista y regresó a su habitación para buscarla. El Dr. Gadowski y sus hijos esperaron durante un rato y finalmente decidió ir a buscarla, pero no la encontró. Ni siquiera había llegado a la habitación. A media mañana el preocupado Gadowski decidió dar parte a la policía, quién acudió de inmediato e inspeccionó cada dependencia del hotel sin poder dar con ella.
Casi un mes después un trabajador encontró el cuerpo desnudo de Caryl en un banco de nieve a varios kilómetros del hotel. Había sido violada y brutalmente golpeada. No se encontró evidencia alguna de su atacante.
El 1 de marzo de 1975 fue encontrado un cráneo en una zona boscosa de las montañas Taylor: pertenecía a Brenda Ball. La policía realizó una amplia búsqueda por los alrededores y tan solo tres días después se descubrieron partes de los cuerpos de Lynda Healy, Susan Rancourt y Roberta Parks. Posteriormente se encontraron algunos restos más que fueron identificados como pertenecientes a Donna Mason. El descubrimiento de los restos de algunas de sus víctimas no detuvieron a Bundy. El 15 de marzo de ese mismo año secuestró a Julie Cunningham, de 26 años, cuando esta se dirigía a una taberna en Vail (Colorado). Su cuerpo todavía no ha sido encontrado.

El 6 de abril de 1975, tras discutir con su marido, Denise Oliverson, de 25 años decidió visitar a sus padres en Grand Junction (Colorado). Denise no regresó aquella tarde, por lo que su marido pensó que se había quedado a dormir allí mientras las cosas se calmaban, pero lo cierto es que ella ni siquiera llegó a casa de sus padres. En el camino tuvo la mala suerte de cruzarse con Ted Bundy. Su cuerpo aún no ha sido encontrado.
Nueve días más tarde, Melanie Cooley, de 18 años, desapareció en su camino de regreso del instituto. Un trabajador de caminos descubriría su cuerpo el 23 de abril siguiente: había sido golpeada salvajemente con una barreta. Sus manos estaban atadas a la espalda y una funda de almohada estaba fuertemente anudada alrededor de su cuello.

El 1 de julio de 1975, Shelley Robertson, de 24 años, decidió iniciar uno de sus acostumbrados viajes por el país practicando autostop. Sus amigos no se preocuparon demasiado cuando pasaron varios días sin verla. Testigos aseguraron haberla visto en una gasolinera hablando con un hombre que conducía un viejo camión. La próxima vez que se supo de ella fue el 21 de agosto siguiente, cuando su cuerpo fue descubierto por dos estudiantes de minería en el pozo de una mina cercana a Georgetown.



     Meg Anders, la pareja de Bundy durante cinco años, lo reconoció en esa descripción y llamó a la policía, pero Ted los embaucó con su atractivo y afabilidad, de modo que no lo consideraron un sospechoso potencial. El intento frustrado de secuestro de Carol DaRonch por parte de Bundy en un centro comercial de Utah el 8 de noviembre de 1974 supuso un punto de inflexión para la investigación, pues la policía pudo corroborar la identidad de Bundy y se hizo además con una muestra de sangre resultante del forcejeo que mantuvo con DaRonch. Sin embargo, Debby Kent corrió peor suerte: Bundy la asesinó el mismo día, después de que DaRonch consiguiera escapar.



     Durante los dos meses siguientes no se identificaron más víctimas hasta que Caryn Campbell fue brutalmente asesinada en Colorado el 12 de enero de 1975. La joven presentaba todos los signos característicos del espeluznante modus operandi de Bundy. La policía reparó en que las montañas Taylor, en el estado de Washington, era una zona propicia para que Bundy se deshiciera de sus víctimas, así que se puso en marcha una búsqueda que dio como resultado la localización de los cuerpos de tres muchachas que habían muerto a causa de un traumatismo contuso. A pesar de este éxito, no parecía que las fuerzas policiales, de cuatro estados distintos, estuvieran más cerca de atrapar a Bundy.



     El 16 de agosto de 1975, Bundy fue capturado tras una breve persecución en el condado de Salt Lake después de que un agente de la policía local reconociese su escarabajo. En el registro del vehículo se encontraron unas esposas, un pasamontañas y una palanca. La policía lo detuvo, convencidos de que tenían al asesino en serie que buscaban. Carol DaRonch lo identificó en una rueda de reconocimiento, lo que reforzó considerablemente las acusaciones contra él. Se comenzó a investigar al detalle el pasado de Bundy, tarea en la que Megan Anders fue de gran ayuda. Bundy seguía reivindicando su inocencia y, a pesar de las pruebas obtenidas del extracto de su tarjeta de crédito que lo situaban en la zona de las montañas Taylor, la policía no pudo encontrar un nexo concluyente con los múltiples asesinatos que allí se perpetraron.

LOS JUICIOS

EL PRIMER JUICIO

     Bundy fue juzgado en Utah, el 23 de febrero de 1976, por el secuestro con agravantes de DaRonch. Aunque mostraba una actitud relajada y gran seguridad, fue declarado culpable y condenado a una pena de entre uno y 15 años en la prisión del estado de Utah el 30 de junio de 1976. Los resueltos investigadores de Colorado, insatisfechos con este resultado, consideraron que poseían suficientes pruebas para juzgarlo por el asesinato de Caryn Campbell, y presentaron cargos en su contra el 22 de octubre de 1976, lo que condujo a su traslado a Colorado en abril de 1977.



     Bundy, al que no entusiasmaba en absoluto la perspectiva de otro pleito, comenzó a planear su huida. Decidió representarse a sí mismo en el juicio, para lo que se le concedió libre acceso a la biblioteca. Consiguió escapar por una de sus ventanas durante una visita el 7 de junio. La policía acordonó los alrededores y capturó a Bundy ocho días después, cuando se desenmascaró al intentar abandonar la ciudad.
Las medidas de seguridad adicional no lo persuadieron de intentar una nueva huida el 30 de diciembre de 1977. Ese día trepó a través de un panel del falso techo en la prisión del condado de Garfield, donde estaba retenido en espera del juicio. No se percataron de su ausencia hasta al día siguiente; para entonces, ya había tomado un vuelo a Chicago y, de allí, se había dirigido a Tallahassee, en Florida.



      Bundy adoptó el alias Chris Hagen y subsistió casi exclusivamente a base de pequeños robos. Pero era incapaz de sofocar sus impulsos asesinos y atacó de nuevo en una hermandad de la Universidad del Estado de Florida el 14 de enero de 1978. Cuatro estudiantes sufrieron graves abusos sexuales, a causa de los cuales dos fallecieron. La violencia de estas agresiones se había intensificado, incluso para los hábitos de Bundy: una de las mujeres fue violada con un bote de laca y a otra casi le cortó el pezón. Las dos supervivientes fueron extremadamente afortunadas, al igual que Bundy: los agentes locales no sabían de su existencia, y las pruebas recogidas en la escena del crimen no proporcionaron resultados concluyentes. Bundy volvió a atacar el 9 de febrero de 1978: secuestró a Kimberly Leach, de 12 años, cuando se encontraba en el colegio; la agredió sexualmente y la estranguló.



     Kimberly se convirtió en su última víctima. El 15 de febrero, de forma similar a aquella en que transcurrieron los hechos en su detención de 1975, Bundy fue arrestado tras una refriega con un policía, que había dado el alto a su escarabajo por llevar una matrícula robada.

EL SEGUNDO JUICIO

     El segundo juicio de Bundy se celebró el 25 de junio de 1979 en Miami, Florida. Los cargos que se le imputaban estaban relacionados con las agresiones y asesinatos de las estudiantes pertenecientes a la hermandad de la Universidad de Florida. El testimonio de una de las supervivientes fue definitivo para Bundy, que se representaba a sí mismo, al igual que las pruebas dentales que lo implicaban de manera concluyente en las agresiones. El jurado lo declaró culpable y, el 30 de junio de 1979, el juez lo condenó a muerte en la silla eléctrica por ambos asesinatos. Bundy siguió declarándose inocente.





EL TERCER JUICIO

     En su tercer juicio, que comenzó el 7 de enero de 1980, se le imputó el asesinato de Kimberly Leach. Bundy decidió esta vez no representarse a sí mismo, y su abogado de oficio solicitó la declaración de no culpabilidad por enajenación mental. Por entonces, Bundy ya no mostraba tanta confianza en sí mismo. Además, el volumen de pruebas forenses y las declaraciones de los testigos que lo relacionaban con el crimen convencieron al jurado, que lo declaró culpable. El 7 de febrero de 1980, fue condenado una vez más a morir en la silla eléctrica.



LAS CONSECUENCIAS

     Bundy se negaba a aceptar su sino. Durante la siguiente década, presentó múltiples apelaciones que dieron como resultado suspensiones temporales de la sentencia que lo mantuvieron lejos de la silla eléctrica. Con la esperanza de que la confesión de otros asesinatos cometidos en el estado de Washington le proporcionara un nuevo aplazamiento de la ejecución en Florida, reconoció a un investigador haber cometido varios asesinatos sangrientos y necrofilia. Hay quien cree que el número de víctimas de Bundy se sitúa entre 26 y 40, mientras otros sostienen que el total pudo ser mucho mayor. Aún no se sabe con certeza si Bundy estaba simplemente exagerando para zafarse de su inevitable ejecución. Lo que sí es cierto es que, en el caso de Kathy Devine, una joven cuyo asesinato se atribuyó en principio a Bundy, las pruebas de ADN que se realizaron posteriormente señalaron a otro culpable, William Cosgrove, que no tenía conexión alguna con Bundy.



     Las tácticas de Bundy para retrasar su ejecución llegaron a su fin el 24 de enero de 1989. Ese día, a las siete de la mañana, fue ejecutado, y con él se desvaneció la verdad acerca del número total de sus víctimas. Su cuerpo fue incinerado y las cenizas se esparcieron sobre las montañas del estado de Washington, su lugar favorito para deshacerse de los cuerpos de sus víctimas.

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